Constantemente en reunión de maestros, es
usual escuchar quejas como, por ejemplo: “A los alumnos no les gustan leer, no
les interesa la Ciencia, Son apáticos a la Matemática, odian la historia y ni
se diga de la gramática y la ortografía”.
Pero lo lamentable es que no se cae en la cuenta de que los protagonistas
de tan deplorable desánimo estudiantil somos los docentes que, con las
metodologías tradicionales no causamos impacto en el aprendizaje de nuestros discentes,
sino que, por el contrario, abonamos a que haya deserción escolar, bajas calificaciones
y hasta indisciplina. ¿Qué es lo que
estamos haciendo mal? Lo que pasa es que la enseñanza sin alma no es
aprendizaje, es repetir conceptos, definiciones, es mecánico como el hecho de
aprenderse de memoria las tablas de multiplicar o las preposiciones, ¿para qué les
servirán a los chicos? Y así lo hemos venido haciendo por generaciones y hemos
asesinado el interés por aprender y aunado a esta realidad, está el hecho de la
competencia que la tecnología día a día nos hace, nuestros chicos están muy
interesados en ella, la dominan, van al día, la aplican a diversas situaciones
no solo comunicativas y nosotros como educadores estamos quedando rezagados.
¿Y qué debemos hacer para cambiar esta
situación? ¿Cómo nos enfrentamos a los
millennials? Es necesario que hagamos
de la motivación nuestra aliada, como dice Alberto Toro Villarroya, en la
revista A tres bandas (septiembre de
2015, página 70)
“La
motivación intrínseca es el corazón que debe bombear todo el potencial que
llevamos cada uno dentro, y que cuando se comparte hace que aprender sea
sinónimo de felicidad. Consiste en amar lo que se está aprendiendo o haciendo”.
¿Cuál es el ingrediente que necesitamos
para ponerle corazón y alma a nuestra enseñanza? Las metodologías activas, las que permiten
que el alumnado sea el protagonista de su propio aprendizaje, lo que les
convierte en investigadores y entes activos dentro de la clase. Además, despiertan el interés, puesto que ya
no se limitan solo a escuchar y escribir, ahora son el centro y por lo tanto
hay respuestas dinámicas a los nuevos conocimientos que día a día surgen y que están
permanentemente conectados a sus necesidades e intereses.
Estas metodologías hacen clic con las
emociones de los chicos y les hace interesarse. A manera de testimonio relataré la
siguiente anécdota, este año he tenido la dicha de trabajar con pequeños de
quinto y sexto grado, en el sector público, desde diciembre del año recién
pasado, empecé a visualizar como haría para mantenerlos interesados en la clase
de Lenguaje, y sobre todo colocarme en los zapatos de ellos, pues estoy
consciente que no es lo mismo un joven de tercer ciclo o bachillerato, que uno
pequeño. Pues bien, decidí elaborar
folletos con una secuencia didáctica (anticipación, construcción,
consolidación) con actividades centradas en el alumno, a modo de que sean ellos
lo que construyan junto a su maestra el aprendizaje, al inicio costó un poco,
pues no estaban acostumbrados a utilizar material de apoyo, así que lo
estrujaban, lo perdían, lo olvidan.
Además, como carecían del hábito de la lectura, no dejaban de sorprenderse
cuando teníamos que leer fragmentos de textos literarios o no literarios, según
el programa lo solicitaba, pero ahora me encanta ver como han avanzado, leen,
analizan, participan, infieren en los textos, se interesan, producen. Cuando llegamos al tema de la novela y su estructura con quinto
grado, les presenté un fragmento de Tom
Sawyer de Mark Twain, se identificaron con el protagonista, pues es un niño
como ellos. Les conté que habían hecho
una película, la vimos, estaban encantadísimos, y sin que se los solicitara,
ellos les pidieron a sus padres que les compraran la novela, por que la querían
leer completa. Algo similar sucedió
con sexto grado, con las novelas de Oliver
Twist de Charles Dickens y La Isla de
tesoro de Stevenson, ellos querían saber más. Ahora dramatizan, cantan, bailan, y sé que están
contentos y aprendiendo, porque antes de marcharse para sus casas, recibo de
cada uno un abrazo, un apretón de manos, una gran sonrisa y el hasta mañana seño Loida.
Creo que, con
todo esto, la más emocionada soy yo, y ahora que conozco más sobre las
metodologías activas, siempre le pondré alma a mi enseñanza, por que solo así
logro motivar a los educandos a que sean los protagonistas de su aprendizaje.
David Perkins,
(lo extrae de Alfred Alder). Afirma que “la gente aprende más cuando tiene una oportunidad
razonable y una motivación para hacer.”